Todos queremos ser queridos, pero no nos basta con eso.
Queremos que nos necesiten.
Queremos que piensen en nosotros, no queremos ser olvidados ni por un segundo.
Es para nosotros, una enorme alegría que alguien nos recuerde después de muchos años; porque significa que han pensado en nosotros, que hemos significado algo para ellos.
Dejar una huella en los demás nos llena de regocijo.
Sentir que somos importantes para el otro, nos ayuda a sentirnos bien con nosotros mismos.
Un regalo, un simple llamado o mensaje… ¿a quien no le gusta ese tipo de atención?
Dejar nuestra huella en el mundo, que los demás hablen de nosotros –sea para bien o para mal-, es una prueba de que existimos.
Es una prueba de que marcamos ciertos momentos con nuestra presencia.
Porque estuvimos ahí, vivimos.
Y el valor que tuvo una vida se mide por la cantidad de recuerdos que perduran con el tiempo… y no con las palabras que se lleva el viento.
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